Es muy frecuente oír hablar sobre Depresión. En nuestro entorno todos conocemos alguien que dice estar deprimido o cuenta su experiencia pasada, pero... ¿todo el mundo que se siente desgraciado padece este trastorno emocional? La respuesta es no.
Tendemos a utilizar la palabra depresión para todo: si nuestro estado de ánimo está más bajo de lo normal, si estamos tristes, si hemos tenido un mal día… pero la depresión es mucho más que todo esto. La depresión es un trastorno emocional que implica cambios importantes en nuestra forma de sentir, de pensar y de actuar.
Nos sentimos más sensibles, con ganas de llorar. Tendemos a sentir síntomas de ansiedad, de cansancio, apatía… normalmente se ve afectado el apetito, nuestro sueño y disminuye el apetito sexual entre otros síntomas.
En cuanto a la forma de pensar aparecen los pensamientos negativos, nos volvemos mucho más pesimistas viendo solo la parte mala de las cosas… la autoestima se vuelve baja, pensamos mal sobre nosotros mismos y sobre el mundo que nos rodea y solemos ver el futuro como algo horrible que nos espera y que no vamos a poder sobrellevar.
Esto conlleva que actuemos dejando de hacer muchas cosas positivas que antes nos aportaban bienestar, que nos inunde la apatía y la inercia y esto nos lleve a dejar de salir de casa e incluso de ver a nuestro círculo de amistades y familiares.
Para hablar de depresión la persona afectada debería sufrir un conjunto de estos síntomas durante un largo periodo de tiempo, ya que si esto ocurre en un momento determinado podría tratarse de un estado ocasional de tristeza.
¿Por qué continuamos deprimidos a lo largo del tiempo? Cuando sentimos la tristeza propia de la depresión, no nos apetece hacer cosas que antes hacíamos. Nos sentimos tristes y no tenemos ganas de ir a esa cena de amigos que lleva organizada desde hace meses. El dejar de hacer cosas nos provoca cada vez más apatía y por lo tanto cada vez más tristeza ya que estamos dejando de hacer todas esas cosas que antes nos resultaban reconfortantes. Entrar en este bucle es lo que hace que cada vez la tristeza sea más grande y sobre todo no logremos luchar contra la apatía.
Esto es lo que llamamos “La trampa de la depresión”, lo que en principio parece aliviarnos (“no me apetece ir a la cena, me quedo en casa y para mí es un alivio porque estoy triste y no me apetecía ir”) es lo que a largo plazo mantiene el problema, pues al perdernos actividades agradables la tristeza aumenta y por lo tanto también la apatía.
La depresión es el trastorno emocional más frecuente y además probablemente sea el trastorno que más daño ocasiona tanto a la persona que lo padece como a las personas que se encuentran en su entorno, desde aquí os animamos a pedir ayuda profesional en el caso de encontrarse ante un caso así.