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Foto del escritorIan de Psique Centro de Psicología

¿POR QUÉ SENTIMOS MALESTAR CUANDO SUFRIMOS ANSIEDAD?


Nos encontramos ante una época en la que mucha gente puede sufrir los síntomas de la ansiedad. Discutimos con nuestra pareja sobre el lugar al que ir de vacaciones, los niños han acabado el cole y están todo el día en casa con ganas de salir a la calle, no has podido coger vacaciones este verano cuando todo el mundo está disfrutando de la playa….


Los que ya habéis sufrido ansiedad en algún momento de vuestras vidas sabréis la cantidad de sensaciones desagradables que notamos en nuestro cuerpo y que a veces nos asustan. Como ya hablamos en uno de los anteriores artículos (post: "Ansiedad ¿qué es?"), no tienen por qué asustarnos estas sensaciones ya que son reacciones adaptativas de nuestro cuerpo.



¿Cuáles son las sensaciones que sentimos y por qué reaccionamos así ante situaciones aparentemente no peligrosas?


Sensación de ahogo, falta de aire, mareo, opresión en la cabeza.

Estos síntomas vienen dados debido a que involuntariamente, al necesitar más oxígeno, respiramos más rápido, pero si todo ese oxígeno que antes no habríamos tenido no lo utilizamos haciendo actividad física, lo que se produce es un aumento del oxígeno en la sangre teniendo más del que necesitamos (hiperventilamos) y esto hace que se produzcan todas estas sensaciones.


“Nudo en el estómago”, boca seca, náuseas incluso estreñimiento o diarrea.

Cuando valoramos una situación como peligrosa nuestro cuerpo, tal y como hacía en la prehistoria, se prepara para sobrevivir. Los esfuerzos de nuestro cuerpo se van a centrar en los órganos vitales y por lo tanto no necesitaremos actividad en el sistema digestivo, que parará su actividad. Por lo tanto, dependiendo del proceso en el que nos encontremos de alimentarnos, notaremos unas sensaciones u otras.


Opresión en el pecho, dolor en la región donde se encuentra el corazón, palpitaciones, taquicardia…

En situación de ansiedad nuestro cuerpo, una vez más por supervivencia, se prepara para la actividad física (escapar o luchar). Todos los músculos, como en cualquier actividad física deberán alimentarse de azúcar y oxígeno y estos dos elementos llegan a los músculos a través de la sangre. De la única forma que nuestro cuerpo puede conseguir que el flujo sanguíneo aumente es haciendo que el corazón bombee más rápido. Al ir más rápido hace que según qué persona, pueda notar estas sensaciones.


Tensión muscular, contracturas, calambres, temblores, piernas débiles, dolor cabeza.Como hemos comentado anteriormente, nuestro cuerpo se prepara como si fuéramos a realizar una intensa actividad física y por lo tanto tensa todos nuestros músculos. Si esta tensión se mantiene mucho tiempo y no realizamos ninguna actividad física real notaremos todos estos síntomas.


Sensación de irrealidad, percepciones extrañas.

Cuando nos encontramos ante una situación normal de la que tenemos control nuestro cerebro está controlado por unas zonas (en este caso el neocortex frontal) y cuando estamos ansiosos el cerebro está controlado por otras (amígdala). Al cambiar de una zona a otra el funcionamiento de nuestro cerebro cambia. Hay gente más sensible a esto y nota este cambio de programa, haciéndoles sentir raros: perciben una realidad distinta o incluso no se reconocen.


Cambios de temperatura.

Como la sangre se acumula en las zonas centrales, la temperatura interior aumenta. Cuando nuestra temperatura corporal sube mucho, se activan los sistemas de refrigeración y empiezan los sudores. Como además, no llega apenas sangre a la cara o las extremidades se pueden notar frías y que el sudor sea frío.


Pérdida de sensibilidad de manos, cara o pies.

En situaciones de riesgo podrían herirnos en una lucha, y nuestro cuerpo se activa por supervivencia para evitar que nos desangremos. Por ello se produce una vasoconstricción en las venas y arterias cercanas a la piel, el riego sanguíneo disminuye y todo esto puede provocar que nuestra piel se enfríe y perdamos sensibilidad e incluso parestesias.


Molestia ante la luz, manchas en la visión.

En los momentos de activación, las pupilas se dilatan para que nuestro campo visual se amplíe y no nos pueda sorprender un posible peligro. La dilatación pupilar está controlada por la intensidad de la luz y como las pupilas en este caso reciben la orden de la respuesta de ansiedad, y la orden de la luz ambiental normal puede crear un mensaje de confusión en nuestro cerebro y provocar estos síntomas.


Como podemos ver todos los síntomas de ansiedad vienen dados por la activación del organismo ante una situación de peligro, pura supervivencia. Por ello, ninguno de estos síntomas son peligrosos y además no son de larga duración por lo que simplemente no tenemos que asustarnos y tenemos que dejarlos pasar.





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