El diccionario de la Real Academia Española (RAE) define profecía como un juicio o conjetura que se forma de algo por las señales que se observan en ello.
En psicología, el concepto de profecía autocumplida está muy relacionado con varios de los síntomas más característicos de la ansiedad anticipatoria: la preocupación, los pensamientos negativos y la inseguridad. La anticipación se relaciona con pensamientos catastróficos acerca del futuro. Las situaciones que nos crean estrés o incertidumbre provocan que nuestra mente comience a analizar la situación en profundidad, con la finalidad de prepararnos para cualquiera de las posibles alternativas que puede desencadenar esa situación. Es como si estuviésemos ante un peligro inminente y tuviésemos que actuar (luchar o huir) ante la peor alternativa de todas las posibles. De esta manera, si nos encontramos ante un examen o ante una reunión social donde no conocemos a mucha gente (imagina que es el cumpleaños de un amigo), tu mente posiblemente te plantee la peor de las alternativas ‘voy a suspender’, ‘no me voy a integrar’.
Este proceso ha sido muy adaptativo a lo largo de la historia (nos ha permitido reaccionar ante situaciones peligrosas), pero se convierte en un problema para nosotros cuando se activa ante situaciones que realmente no son peligrosas y cuando comienza a condicionar nuestra conducta. Quizás en alguna ocasión te has planteado no presentarte a un examen o no acudir a una reunión social por miedo a suspender o a no acabar de integrarte. Sin darnos cuenta, nos hemos asegurado al 100% que la peor de las alternativas sea la que suceda. Por ejemplo, en el caso del examen, tenemos distintas alternativas: insuficiente, bien, notable y sobresaliente. Si por el miedo a suspender, no nos presentamos al examen, ya tenemos el resultado asegurado. Esto es lo que en psicología conocemos como profecía autocumplida.
En ocasiones, la ansiedad y sus pensamientos negativos y catastróficos nos hacen creer que va a ocurrir la peor de las alternativas posibles, aparecen pensamientos distorsionados que no nos dejan pensar de manera racional (un pensamiento racional sería: ‘si me he aprendido bien el temario, no tengo por qué suspender’). De esta manera,
si nos dejamos llevar por estas distorsiones cognitivas, generaremos expectativas negativas de lo que va a suceder y modificaremos nuestra conducta de manera negativa, hasta cumplir nuestra profecía
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