4 Enemigos de la autoestima.
Para que nuestra autoestima esté fuerte y saneada no sólo debemos saber qué hacer, también tenemos que tener en cuenta los factores que la pueden estar dañando. Hoy quiero hablarte de cuatro de ellos.
En un post anterior te hablé sobre la autoestima y los componentes que las pueden constituir: el autoconcepto, la autoimagen y la autovaloración. A grandes rasgos y con estas descripciones te puedes hacer una idea de qué cosas puedes hacer para mejorar el concepto que tienes de ti mismo.
Hoy de lo que quiero hablarte es de cuatro elementos o circunstancias que perjudican nuestra autoestima y que debemos tener muy en cuenta:
1. El diálogo interno… negativo: me refiero a esos mensajes que te lanzas a ti mismo y que son bastante nocivos, por ejemplo, “es que soy un torpe”, o “no voy a poder con ello”,… Este tipo de frases que te das lejos de ayudarte a sentirte mejor, lo que consiguen es menoscabar tu autoconcepto y, además, al hablarte de este modo funciona como una profecía (auto)cumplida que al final acaba confirmado aquello que te dices. Si te dices que no vas a poder y no lo consigues, o al menos en parte, será lo único que tengas en cuenta, sin fijarte en el intento y el esfuerzo que es más valorable que el resultado final. Puede ser que no te des cuenta de este diálogo porque en muchas ocasiones se ha automatizado. Te invito a que revises cómo te hablas y pongas el foco en cambiar esas verbalizaciones.
2. La falta de asertividad. Entendemos la asertividad como una habilidad social que nos permite defender aquello que nos es propio simplemente por el hecho de ser personas. Cuando somos asertivos ponemos límites, decimos que no, defendemos aquello en lo que creemos (sin dañar al otro), pero es una habilidad que debemos trabajar, porque ya sea por educación, contexto o aprendizaje de nuestro entorno más cercano, en muchas ocasiones no se ha puesto en marcha. Busca cuáles son tus derechos asertivos, pregúntate si sabes valorar tu necesidad frente a la del otro, o si hay personas a las que te es más difícil decirles que no.
3. Las comparaciones con otras personas. “Mi amigo Ramón es más extrovertido”, “Es que mi hermana es más inteligente”, “El vecino tiene más dinero” … Fíjate que el nexo común de todas esas afirmaciones es el MÁS, porque eso es lo que solemos hacer, comparar lo que entendemos como un déficit, aunque no lo sea. La realidad es que no hay nada que comparar, porque cada uno somos únicos, diferentes. Lejos de ayudarnos a ser mejores persona, nos lleva a centrarnos en el otro y en nuestra falta de capacidad. Puedes revisar cuáles son tus puntos fuertes y aquellos que podrías mejorar ¡sin compararte!
4. Ser perfeccionistas en extremo. ¡El perfeccionismo no existe! Al menos no todo el tiempo. En ocasiones algunas cosas pueden salir muy bien: una entrevista de trabajo, una tarta, un examen, una conversación pendiente… pero son eso: momentos. La realidad es que ser perfectos no es posible, tenerlo todo bajo control no es posible y la búsqueda de la excelencia constante sólo nos lleva al desgaste y a la frustración. Pregúntate cómo te hace sentir que las cosas no estén perfectas y cuántas veces consigues tu objetivo y sobre todo a qué te lleva cuando no lo consigues.
Si quieres mejorar tu autoestima contacta con nosotros y ponte rumbo al bienestar.
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