Aceptar nuestro cuerpo tal cual se ha convertido en una batalla compleja.
Bombardeados continuamente con operaciones bikini, influencers esbeltos y divinos, masajes drenajes de líquidos, depilaciones definitivas y un larguísimo etcétera. Cada vez tenemos que prestar más atención a los detalles, e invertir más tiempo y dinero en nuestra imagen, de formas variadas y complementarias. Intentando alcanzar de éste modo una imagen adecuada a la sociedad y al momento. Y así gustar a los demás.
Pero… ¿y a nosotros? , ¿nos gusta cómo nos vemos?, ¿hemos conseguido que esta cuidada imagen nos haga sentir orgullosos de quienes somos?
La verdad es que habitualmente la respuesta es no.
Si algo me encuentro yo en consulta, y fuera de ella, es insatisfacción corporal. Vivimos en una lucha constante por acercarnos a una perfección antinatural que nunca va a llegar. Porque las personas no somos perfectas, y la verdad es que no tenemos por qué serlo.
Y todo esto va dejando un poso de malestar, porque nos damos cuenta de todo lo que necesitamos mejorar para alcanzar estos estándares, y por tanto de lo imperfectos que somos.
“Hay que cuidarse” es el pretexto que muchos de nosotros utilizamos para explicar porqué hacemos este esfuerzo continuo. Pero paremos un momento y veamos, ¿puede ser que detrás del concepto de cuidado personal hayamos metido un montón de cosas que no corresponden a tal cuidado? Porque conductas de compensación, “¡menuda comilona, esta noche no ceno!”, comparaciones injustas, “lo que pides por internet y lo que te llega”, o una autocrítica voraz, “hay que ver que muslos, así es imposible usar minifalda”, forman parte de nuestra vida diaria. Escuchamos estos comentarios en un montón de contextos, y seguramente desde que somos pequeños. Desde las comidas familiares de los domingos con nuestros padres y hermanos, a las compañeras de trabajo, a nuestros amigos y amigas y por supuesto a nosotros mismos.
¿Cómo vamos a aceptarnos si no dejamos de juzgarnos, de compararnos y de criticarnos?
Recuerda una cosa importante, nadie puede influir tanto en tu percepción de las cosas como tú mismo.
Hemos aprendido a vivir de esta forma, a normalizar estas conductas y comentarios, a apreciar la belleza según parámetros aleatorios. Y hemos olvidado nuestra propia opinión. Ya no estamos habituados a la diversidad corporal, y pretendemos meternos todos en un molde. Y esto va en contra de todas las leyes de la naturaleza y la salud.
No compenses, comer es una necesidad orgánica y está bien disfrutarla siempre y cuando no atentemos contra nuestra salud.
Si vas a compararte al menos hazlo de forma justa: esa persona que vemos en redes tiene una vida que desconocemos, una salud emocional que desconocemos, y a lo mejor para tener ese aspecto hay que sacrificar más de lo que nos imaginamos
Y cuando te pilles a ti mismo criticándote para un momento y piensa: ¿yo trataría así a quien yo más quiero? la respuesta es NO probablemente no estás siendo demasiado respetuoso.
Cambia tu relación contigo mismo y da un paso más rumbo a tu bienestar.
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