La forma de relacionarnos ha cambiado.
Existen distintas formas de vincularnos. Nuevas configuraciones entorno a las relaciones afectivo sexuales; nuevos modelos afectivos. Poliamor, poligamia, relaciones abiertas, relaciones esporádicas…
La responsabilidad afectiva no es algo exclusivo de las relaciones tradicionales. Implica hacernos cargo de los vínculos que creamos, independientemente del nombre que éstos tengan.
Asumir la responsabilidad afectiva es necesario para evitar relaciones dañinas.
La responsabilidad afectiva se basa en ser conscientes de que todo acto que una persona realiza dentro de una relación, sea la que sea, tiene una consecuencia positiva o negativa en la otra persona.
Para poder ser responsables con la otra persona, primero tenemos que ser honestas con nosotras mismas. Ser conscientes de qué quiero, que siento, qué me gusta, a qué estoy dispuesta y si de verdad queremos o no tener pareja.
Ser emocionalmente responsables implica tener en cuenta las consecuencias de nuestras acciones y pensar así en la otra persona antes de actuar. No se trata de anteponer las necesidades de la otra persona sobre las nuestras, sino de tener presente que nuestras acciones tienen impacto en las otras personas. Así, será necesario plantear acuerdos, explicitar deseos, compartir nuestras necesidades…
La solución pasa por practicar la empatía. ¿Qué imagino que espera la otra persona sobre mí?
Cualquier relación, sin importar si es de una noche, meses o años, implica un respeto al otro como individuo.
La responsabilidad afectiva busca construir relaciones equitativas. Tener conciencia de que mis acciones generan emociones en la otra persona nos permite plantear acciones basadas en la comunicación y en el establecimiento de acuerdos.
¿Qué incluye la responsabilidad afectiva?
1. Honestidad
2. Comunicación
3. Respeto
4. Empatía
5. Hacer acuerdos
6. Establecer límites
No existen relaciones libres sin responsabilidad afectiva
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